El fin del fin del mundo.
Es difícil que me levante temiendo que el planeta explote en la tarde. Sin embargo, las tramas del fin del mundo te explotan en la cara cuando abres cualquier cómic.
Pero un buen día de esta trágica vida, un amigo me dio la salvación a mi rechazo al mundo de colores: me extendió un libro, diciéndome que realmente era una novela gráfica, que se llamaba Lint, y que no podía dejar de pensar en una viñeta que acababa de ver.
Abrí el libro y me quedé perpleja: su formato, su ilustración, su manera de atravesar el espacio guiando al ojo magistralmente… No olvidas la primera vez que lees a Chris Ware, y yo jamás había encontrado algo así en el medio escrito, en la literatura.
Mira esto:
Su escritura y su capacidad para entender la profundidad humana es igual de impactante. Vayamos al comienzo, ¿quién es Chris Ware?
“Un dibujante inseguro de cabeza de jamón crudo con lentes”.
Descrito a sí mismo con esos adjetivos habitualmente, Chris Ware sufre del conocido síndrome del impostor que afecta a un gran número de artistas, muchos de obra ampliamente reconocida.
De Nebraska, 1967, es un dibujante y escritor de cómics que se ha apoderado del formato, con una constante exploración y expansión del medio.
Más allá de la calidad que pueda tener su ilustración o del fondo emocional en sus guiones, está su capacidad para convertir sus historias en viajes que solamente pueden experimentarse a través de un medio como el cómic.
Con más de 25 portadas del The New Yorker, su trabajo más personal y con el que asombró al mundo de las historietas, es Jimmy Corrigan: el chico más listo del mundo.
Padre del cómic moderno.
Ware ha definido el estilo de dibujo y formatos dentro del género del comic independiente en los últimos treinta años. De alguna manera puede decirse que cambió el terreno de juego para los historietistas y los dibujantes; a partir de él tuvieron que pensar en nuevas formas no solo de plasmar sus contenidos sino también el propio sentido de hacer comics.
Más allá de la página.
Chris Ware ofrece una experiencia de lectura diferente a todo lo que puedes encontrar en un libro, en el mundo de los comics o incluso en el cine.
Cada página (o doble página) puede llegar a funcionar por sí misma, aislada del relato al que pertenece. Con líneas meticulosamente diseñadas, bordes perfectamente rectos y curvas impecables, su dibujo agrega un interés de contraste a las historias que narra, sombrías en la mayoría de los casos.
En cuanto a los colores utiliza una paleta de tonos vivos pero los mantiene apagados, creando un ambiente estéril que proporciona una atmósfera de rigidez que encaja perfectamente con los mundos crueles donde sus personajes intentan desesperadamente encontrar esa conexión, la mayoría de veces sin éxito.
Como se puede apreciar en cualquier extracto de los premiados Rusty Brown, Jimmy Corrigan o el arriesgado Building Stories, cada página en el volumen está llena de detalles (a veces minúsculos) en la ilustración que dan información del acontecimiento que el personaje está viviendo y cómo éste lo procesa internamente.
Y también hay pistas para el lector, pues al ser historias entrelazadas, los personajes que aparecen como secundarios en la historia principal de uno, son los protagonistas en otra, y esas pistas camufladas en un gesto o postura corporal en segundo plano apuntan al modo en que aquéllos vivieron ese momento, aunque en primera instancia parezcan simple parte del entorno de la ilustración.
Sus historias suelen ser biografías (en ocasiones salpicadas de escenas autobiográficas) en las que su presentación, el diseño de las tiras, varía conforme a la progresión de los acontecimientos.
Es decir, en Lint, por ejemplo, para hablar de Jordan cuando es bebé utiliza una simbología y trazos propios de un bebé digiriendo el mundo, y conforme crece, el arreglo en las viñetas cambia.
Algo muy interesante en esa misma novela es que siempre se presenta físicamente a la mamá fallecida de Jordan Lint cómo él la recuerda de niño; aunque hayan pasado los años, aparece permanentemente dibujada en ese estilo simple, casi geométrico.
La vida avanza, pero los recuerdos permanecen atados a la época que los generó. En Lint hay un trazo abstracto al inicio y un realismo pesado al final, cuando conocemos bien al personaje después de un hondo viaje por su psicología y estamos cerca del final de su historia.
Sin abandonar su estilo personal a lo largo de toda la novela gráfica, la evolución de los dibujos es lenta como lo sería tu fisionomía si echas un vistazo atrás a tus últimos años, y sin embargo abrupta si observas con una vista algo más aérea de década en década.
Imágenes: lectura universal.
Chris Ware está muy consciente de cómo funciona la mente, y cómo ésta procesa las imágenes. Las imágenes se leen, no solo se miran. Dos puntos en un círculo automática e inevitablemente se convierten en una cara.
En sus propias palabras: el ser humano tiene el súperpoder de ver con los ojos cerrados, y cuando dibuja intenta crear una analogía de cómo recordamos y conceptualizamos el mundo.
El autor cree que la simplificación y la esquematización es una forma de universalizar las emociones y las experiencias; en el trazado de una historieta, más que en el lenguaje, la imagen se asemeja de forma contundente a la referencia del mundo real que está en nuestra mente, aquella que “vemos” con los ojos cerrados, y esa figura es la que Ware trata de emplazar en sus trabajos como diseñador.
Como historietista, juega con la posibilidad que ofrece el cómic de manipular el tiempo. En un cómic, a diferencia de otras artes, se crea una tercera dimensión que puede emular cómo la memoria y la conciencia funcionan a través de la superposición de capas de la realidad.
Ware, quien conoce a profundiad cómo trabaja la memoria, considera que desde cierta edad ya no vemos el mundo, sino que hacemos una lectura de él.
Nuestras experiencias están plagadas de escenas en la infancia, un período que se asienta fuera de la estructura del lenguaje, donde todo era nuevo, y al que accedemos de manera espontánea en momentos de angustia. Es un lugar donde creemos que habita nuestro verdadero yo.
En cuanto al lettering, su estética recuerda a la publicidad estadounidense de principios del siglo XX, o a los carteles publicitarios de la música de la época ragtime. De hecho, cuenta que intenta utilizar las reglas propias de la tipografía para dibujar. Leer a Ware es una experiencia en 3D.
El universo Ware, o Ware-verse.
Su producción es realmente prolífica, sobretodo si se tiene en cuenta que escribe y dibuja a mano la gran mayoría de los números de su obra.
Es autor de las siguientes novelas gráficas, largamente aclamadas por la prensa y receptoras de incontables premios, y que pueden encontrarse en volúmenes sueltos o en una sola publicación compendiados: Jimmy Corrigan: The Smartest Kid on Earth; las historietas publicadas en serie que componen la colección The Acme Novelty Library; Building Stories; Rusty Brown y Monograph. }
Para sus publicaciones puede llegar a emplear quince años de trabajo, creando páginas de una naturaleza totalmente genuina. Trabaja tan minuciosamente la portada como lo hace con el interior de las viñetas de sus publicaciones.
La vida como es.
Ware habla de un millón de cosas mientras parece que solo narra la vida ordinaria. Su tema constante y central es la empatía, y la búsqueda de conexión con otros.
Todos sus personajes parecen ser individuos invisibles dentro de su realidad social, profundamente afectados por el trauma y hundidos por el abandono.
La emoción que acompaña a la lectura del cómic es difícil de digerir y también perdurable, puedes pasar años recordando y desentrañando lo que leíste.
Con personajes siempre entrelazados, Chris Ware, aborda temas tan complejos como la forma en la que el trauma llena de fango la memoria, y cómo esto repercute de formas inevitables en la identidad y la autoconcepción.
Ware intenta transmitir, sobre todo, la importancia de la empatía. Habla de los ciclos de violencia inmutables que solo generan más y más soledad. De ese vacío repentino que hay detrás de un gran momento hedónico de aparente plenitud.
Habla de la incapacidad para gestionar emociones, emociones que la mayoría de veces no son nuestras. Habla de miedos heredados, de soledad heredada, de patrones de comportamiento por generaciones transmitidos.
Intenta advertirnos de la imperiosa necesidad de bondad. De romper el ciclo. Y lo hace en un viaje microscópico desde la exploración del ser en su formación, a través de su crecimiento y momentos cercanos a la muerte, donde toda oportunidad para mejorar y conectar con los demás se habrá extinguido.
Es también un viaje visual, llegamos a la conformación del personaje no solo a través de su narrativa, sino mediante un zoom-in a sus procesos mentales.
Nunca había visto rastreada a tal grado la conformación de la identidad del ser humano, y por eso desde que abrí la primera página no he podido cerrarla.
“Supongo que todos nos sentimos fuera de lugar de algún modo, y no hay razón por la que no puedas empatizar con quien sea, independientemente de sus circunstancias”- Chris Ware
También échale un ojo: Tierra-616, Universo Ultimate Y Marvel Zombies; Segunda Entrega del Multiverso DC y Marvel